Cómo Zelensky dio al mundo un héroe judío

Mientras el presidente de ucrania cautiva al mundo con su valentía, también nos ofrece un recordatorio de los avances que la comunidad judía ha logrado en Europa Oriental y Central, superando la condición de perpetuos marginados.

Para quienes se inclinan a ver la historia como algo deprimentemente cíclico, la guerra de Putin contra Ucrania ofrece pruebas bastante sólidas. Todo parece sacado de un guión bastante conocido, en el que sólo se han cambiado los actores: en las protestas antirrusas, una pancarta popular tiene incluso el bigote más malvado del siglo XX, Photoshopeado en la cara de Putin.

Pero hay un protagonista que se ajusta de forma inusual a su papel: Volodymyr Zelensky. Este ex comediante de 44 años que se ha convertido en presidente ha dado muestras de gran patriotismo y valentía. Al negárse a dejar el pais a pesar de las ofertas de otros países de salvoconducto aéreo, ligando su propio destino al de sus compatriotas en las calles de Kiev.

Si Zelensky es ahora, como dijo, “el objetivo número 1” para los rusos, es porque es “el ucraniano número 1“. Pero lo que es sorprendente, realmente alucinante en esta historia, es que su judaísmo no se ha interpuesto en su camino como símbolo de la nación.

Verás, en el mundo soviético que dio forma a Zelensky y a sus padres, los judíos eran percibidos como los eternos intrusos, posibles infiltrados, los “cosmopolitas desarraigados” de la imaginación de Stalin. Por supuesto, esto se sumaba a vivir en un lugar donde siempre había existido una rama especialmente infecciosa de antisemitismo, un legado de asesinatos y colaboración nazi.

A las afueras de la asediada Kiev se encuentra Babi Yar, donde 33.771 judíos fueron fusilados y arrojados a un barranco en el transcurso de dos días en 1941. Si Zelensky se ha convertido ahora en sinónimo de la bandera azul y amarilla de su país, podría ser una señal de un resultado inesperado de este conflicto que ha hecho que los judíos se sientan finalmente, de manera improbable, uno con una tierra que ha intentado perpetuamente expulsarlos.

Zelensky creció en la ciudad de Kryvyi Rih en la parte oriental de Ucrania, donde se habla rusa. Y, como la mayoría de los judíos soviéticos, sus padres eran muy educados, pero también limitados en cuanto a dónde podían llevarles sus ambiciones y su aprendizaje.

Su padre era profesor de matemáticas y su madre había estudiado ingeniería. Éstas eran carreras estándar para una determinada clase de judíos soviéticos que sabían que no podían acercarse a ninguno de los campos que daban forma a la sociedad y a la cultura. Por eso, uno tras otro se volvieron hacia las ciencias aplicadas como manera de sobresalir.

Cuando se le pregunta por lo que ha significado para él su condición de judío, Zelensky se muestra indiferente. En una entrevista en 2020, dijo que procedía de “una familia judía soviética común”, y añadió que “la mayoría de las familias judías de la Unión Soviética no eran religiosas” Sin embargo, lo que esto oculta es la realidad de que la identidad judía no existía en la Unión Soviética, porque no podía. Ser judío desde la época de Stalin en adelante era tener un sello en tu pasaporte interno que te marcaba como tal (al igual que una identidad nacional ucraniana o de Lituania).

Había muy pocas oportunidades para la comunidad judía, la práctica religiosa o incluso la expresión cultural básica. A diferencia de los ucranianos y los letones, que tenían patrias nacionales dentro del imperio soviético donde se permitía cierto grado de cultura y lengua siempre que se alineara al partido comunista, los judíos no tenían nada de eso.

Las sinagogas estaban en su mayoría cerradas o plagadas de informantes de la KGB. Hasta finales de la década de 1980, reunirse para algo tan inocuo como una cena de Pascua era prácticamente un acto subversivo, y enseñar hebreo simplemente no estaba permitido.

Para cuando Zelensky alcanzó la mayoría de edad, tres o cuatro generaciones de judíos soviéticos habían experimentado su identidad judía como algo vacío, nada más allá de una marca negra en el pasaporte y un sentimiento de pueblo nacido de la exclusión; de un estatus de ser ciudadano de segunda clase.

Durante todo ese tiempo, por muy empapados que estuvieran de Pushkin, nunca fueron capaces de reivindicar plenamente ninguna otra lealtad nacional. Cuando la Unión Soviética empezó a ceder a las presiones para dejar que los judíos emigraran en la década de 1970, muchos aprovecharon la oportunidad de hacerlo, incluso los matemáticos e ingenieros que habían alcanzado el máximo estatus que se les permitía tener.

A principios de la década de 1990, justo después del colapso soviético, la migración a cuenta gotas se convirtió en un diluvio, y alrededor de 1,5 millones se migraron a Estados Unidos e Israel.

Zelensky y su familia formaron parte de unos cuantos de miles de judíos que se quedaron, contentos de asimilarse al mundo postsoviético. Este mundo fue en el que Zelensky encontró éxito; primero como actor y luego como político.

En los últimos 20 años se produjeron dos tendencias que se entrecruzan y que transformaron la situación de los judíos en Ucrania. En primer lugar, el fin de la Unión Soviética permitió que los que se quedaron entraran en la vida comunal judía.

En la ciudad ucraniana oriental de Dnipro, no muy lejos de donde creció Zelensky, hay ahora 10 sinagogas y un gigantesco centro comunitario llamado Menorah, inaugurado en 2012, que al parecer atiende a 40.000 personas al día, aunque sólo hay 60.000 judíos en Dnipro. En 2019, una encuesta del Centro de Investigación Pew consideró que Ucrania era el país que más aceptaba a los judíos de todos los países de Europa Central y Oriental.

Al tiempo que se abrían nuevas oportunidades para los judíos, en la última década también se produjeron casos en los que los judíos estaban en primera línea de defensa de una Ucrania democrática y libre.

En las manifestaciones del Euromaidán de 2013 que forzaron la destitución del presidente prorruso Viktor Yanukovich a principios de 2014, destacaron los activistas identificados como judíos participaron .

Ese mismo año, el gobernador judío de la región de Dnipropetrovsk estableció y ayudó personalmente a financiar una milicia para defenderse de los separatistas apoyados por Rusia en el este.

El ascenso político de Zelensky también se produjo en este contexto.

En retrospectiva resulta un poco surreal que la historia del personaje que interpretó la serie de television Servidor del Pueblo, sea tan similar a la suya. En la serie, su personaje es un don nadie asciende a la presidencia después de que alguien graba una discusión y se vuelve viral.

Pero hay una especie de lógica en esta coincidencia. Zelensky captó la atención de los ucranianos interpretando lo que tradicionalmente ha sido el papel del judío: el de un extraño que no pertenece.

En este caso, lo que los ucranianos veían en esta figura solitaria, no solo era un reflejo de ellos mismos. En realidad eran ellos mismos, asediados, tratando de aferrarse a su identidad nacional en medio de las crecientes amenazas a su independencia.

Puede que fuera precisamente gracias a su judaísmo y la forma en que llegó a encajar con esas ansiedades colectivas del pueblo ucraniano lo que le convirtió en una figura tan repentinamente popular, ganando el 73% de los votos en su elección de 2019.

En estos días de guerra y en medio de la incertidumbre, el hecho de que un judío haya llegado a representar el espíritu de lucha de Ucrania proporciona su propio tipo de esperanza.

Junto a todo lo que parece repetirse -la agresión militar, el asalto a la libertad- hay también algo nuevo: la inclusión y la aceptación en un lugar donde antes parecía imposible.


Hyper Noir.

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