Los cárteles mexicanos están convirtiendo el otrora pacífico Ecuador en una zona de narcoguerra

Estamos luchando para contener esta enfermedad que amenaza a nuestro país”, dijo un funcionario sobre la violencia creada por los cárteles mexicanos en Ecuador.
POLICÍAS ANTINARCÓTICOS ECUATORIANOS MONTAN GUARDIA JUNTO A PAQUETES DE COCAÍNA DE UN CARGAMENTO DE 3 TONELADAS INCAUTADO EN UN CONTENEDOR DE PLÁTANOS, EN EL PUERTO DE GUAYAQUIL, ECUADOR, EL 1 DE ABRIL DE 2022. FOTO DE MARCOS PIN/AFP VIA GETTY IMAGES
POLICÍAS ANTINARCÓTICOS ECUATORIANOS MONTAN GUARDIA JUNTO A PAQUETES DE COCAÍNA DE UN CARGAMENTO DE 3 TONELADAS INCAUTADO EN UN CONTENEDOR DE PLÁTANOS, EN EL PUERTO DE GUAYAQUIL, ECUADOR, EL 1 DE ABRIL DE 2022. FOTO DE MARCOS PIN/AFP VIA GETTY IMAGES

Por Emily Green y Miguel Fernández-Flores

ESMERALDAS, Ecuador – La imagen en graffiti de un tigre con los colmillos desnudos deja claro quién controla el barrio en esta empobrecida ciudad cercana a la frontera con Colombia: Los Tiguerones, una banda ecuatoriana aliada con el brutal cártel mexicano Jalisco Nueva Generación. Que Dios ayude a quien lo olvide: El otoño pasado encontraron a dos hombres colgados de un puente, atados por los pies y decapitados. Un hombre, aún vestido con pantalones cortos y una camisa roja, colgaba tan bajo que su torso casi tocaba la calle; el otro, colgando varios metros más arriba, tenía una bolsa de basura cubriéndole el cuerpo. Una nota dejada junto a los cadáveres sugería que los hombres fueron asesinados por ser informadores.

Era el tipo de espantosa exhibición de violencia utilizada para infundir terror en las regiones de México dominadas por los cárteles, pero las bandas no habían hecho más que empezar. En las 24 horas siguientes, detonaron una docena de coches bomba y explosivos en ataques coordinados en Esmeraldas y Guayaquil, una ciudad portuaria del sur que se ha convertido en un importante punto de partida para la cocaína que se dirige a Europa. También mataron a cinco policías y tomaron como rehenes a siete guardias de prisiones. Ahora, los soldados ecuatorianos viajan en escuadrones de no menos de 30 personas para imponer el toque de queda de las 9 de la noche en la ciudad.

Estos son signos preocupantes de cómo los cárteles mexicanos han exportado su guerra contra las drogas al sur y están convirtiendo rápidamente Ecuador en una zona de guerra. El cártel de Sinaloa y el cártel de Jalisco Nueva Generación están luchando por el dominio del transporte de cocaína desde los vastos y verdes campos de coca de Colombia, a través de Ecuador, hasta Estados Unidos y Europa.

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Un soldado ecuatoriano patrulla las calles de la ciudad de San Lorenzo, a pocos kilómetros al sur de la frontera con Colombia. Fotografía de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

Ecuador ha sido conocido durante mucho tiempo como uno de los países más pacíficos de Latinoamérica, pero su creciente tasa de homicidios es comparable a la de Medellín, Colombia, durante el reinado de Pablo Escobar. La tasa de homicidios de Ecuador aumentó un 245% entre 2020 y 2022. Los asesinatos alcanzaron los 26,6 por 100.000 residentes en 2022, frente a los 7,8 por 100.000 de EE.UU., situándose justo detrás de las problemáticas Honduras y Venezuela.

Los miembros de las bandas son enviados a campos de entrenamiento financiados por cárteles en el norte de Ecuador para aprender a matar, según narcotraficantes entrevistados por VICE World News. Se recluta a niños como asesinos porque, según el sistema legal ecuatoriano, se enfrentan a relativamente pocas penas de prisión si son detenidos.

Este mes, el presidente Guillermo Lasso promulgó un decreto por el que se ponía fin a una prohibición de 12 años sobre la posesión de armas de fuego por civiles, lo que, según dijo, contribuiría al objetivo de derrotar a “la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado.” ¿El mensaje? Con la policía y el ejército incapaces de proteger a los ciudadanos de la violencia de las bandas, el acceso a las armas podría dar a los ciudadanos una oportunidad de luchar.

“Estamos luchando para contener esta enfermedad que amenaza a nuestro país”, afirmó el general ecuatoriano Alexander Levoyer, veterano de guerra que ahora supervisa las operaciones militares a lo largo de la frontera con Colombia.

Enclavado entre los dos mayores proveedores de cocaína del mundo, Colombia y Perú, Ecuador ha sido durante mucho tiempo un centro de tránsito de cocaína debido a su geografía y a su laxa seguridad. Pero si antes Ecuador era una vía para la cocaína, ahora es una superautopista. Las autoridades ecuatorianas están incautando tanta cocaína que la están convirtiendo en hormigón.  

“Somos un país pequeño que se enfrenta a grandes mafias que disponen de enormes recursos financieros”, afirma Pablo Ramírez, jefe de la lucha antidroga de Ecuador. “Ecuador tiene debilidades institucionales que permiten a estas organizaciones criminales aprovecharse de nuestra ubicación entre estos dos países”. Calculó que el 45% de la cocaína producida en Colombia pasa ahora por Ecuador.

Los cárteles mexicanos han desempeñado durante mucho tiempo un papel de apoyo en el tráfico de drogas de Ecuador, pero ahora llevan la voz cantante, financiando la producción de cocaína de los grupos guerrilleros colombianos, pagándoles para que la transporten a territorio ecuatoriano y contratando después a bandas ecuatorianas para que trasladen la cocaína a puertos y barcos en el mar. Rebosantes de dinero y armas, las bandas ecuatorianas libran una guerra por poderes en nombre de los cárteles y luchan por el poder entre ellas, convirtiendo el país en los nuevos campos de exterminio de América Latina.

En la actualidad, media docena de bandas importantes de Ecuador mueven cocaína para los cárteles internacionales de la droga. Los Choneros, los Gangsters y los Patones trabajan para Sinaloa, mientras que los Tiguerones, los Lobos y los Chonekillers están aliados con Jalisco, según las autoridades ecuatorianas y los narcotraficantes. Los Caimanes trabajan para la mafia albanesa, una de las organizaciones delictivas más poderosas de Europa que también ha alimentado el derramamiento de sangre en Ecuador.

La violencia ha desencadenado un éxodo masivo de ecuatorianos que se dirigen al norte, hacia la frontera con Estados Unidos. Sólo en los dos primeros meses de 2023, los funcionarios de inmigración detuvieron a ecuatorianos en la frontera suroeste 16.080 veces, una cifra asombrosa si se tiene en cuenta que, durante la mayor parte de las dos últimas décadas, llegaban menos de 3.000 ecuatorianos al año. Ahora llegan más ecuatorianos a la frontera estadounidense que haitianos o salvadoreños, y son la primera nacionalidad detenida por las autoridades mexicanas.

El puerto

Si el tramo ecuatoriano de la cadena de suministro de cocaína comienza en los verdes campos de Colombia, a menudo termina en el enorme puerto de Guayaquil, una calurosa y húmeda ciudad costera de unos 3 millones de habitantes que se asienta a orillas del río Guayas. “Todo el mundo sabe quién opera aquí. Es evidente por la cantidad de droga que estamos encontrando en los puertos”, dijo el comandante Fernando Estévez Rivadeneira, que supervisa las inspecciones de contenedores en busca de drogas en el puerto. De baja estatura y porte serio, llevaba una gorra con las palabras “Policia Nacional”.

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En el mayor puerto de Ecuador, 72 toneladas de cocaína incautada están almacenadas en contenedores en un aparcamiento, entre un edificio administrativo y un tribunal de ecua-volley. La cocaína tiene un valor de más de 1.000 millones de dólares estadounidenses. Foto de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

Alrededor de 3.500 contenedores se mueven por el puerto de Guayaquil cada semana. El puerto es una pequeña ciudad en sí misma, con más de un kilómetro y medio de contenedores esperando a ser embarcados apilados cuatro y cinco unos sobre otros, entre enormes grúas que los recogen como pinzas y remolques tractores que los trasladan al río vecino.

Estevez nos mostró dónde guarda el puerto la cocaína que incauta hasta que puede ser destruida: en una docena de contenedores apilados unos encima de otros en uno de los aparcamientos del puerto, entre un edificio administrativo y una cancha de ecua-volley, una variante del voleibol. Los contenedores contenían 72 toneladas de cocaína, fácilmente valorada en más de mil millones de dólares en EEUU, pero la seguridad era escasa; los trabajadores se tomaban descansos para fumar y jugaban a la pelota a pocos metros.

Al no funcionar los escáneres, la tarea de registrar los contenedores que pasan por el puerto recae en los funcionarios y en 39 pastores belgas detectores de drogas donados por el gobierno estadounidense. Los perros sólo pueden registrar de forma fiable tres contenedores al día, dijo Estévez.

Mientras observaba, las autoridades inspeccionaban minuciosamente dos contenedores a mano. Uno contenía cuero con destino a Alemania, de una empresa que tenía escasos antecedentes de exportación, lo que las autoridades consideraron sospechoso. El otro contenía cajas de plátanos con destino a Arabia Saudí -Ecuador es el mayor exportador de plátanos del mundo- y las autoridades llegaron a cortar la fruta para asegurarse de que no había cocaína oculta en su interior. Pero el puerto sólo tiene capacidad para inspeccionar manualmente un 30% de los contenedores que pasan, y sólo un 5% con tanto detalle, dijo Estévez.

Mientras tanto, los cárteles mexicanos siguen innovando, mejorando cada vez más a la hora de ocultar la cocaína a plena vista. Un químico de alto rango del cártel de Sinaloa declaró a VICE World News que el cártel ha utilizado imanes de tamaño industrial para fijar cajas de cocaína al fondo de contenedores.

Para que los contenedores puedan salir de Guayaquil, la cocaína debe transportarse desde Colombia.

El conductor y el cocinero

Conocemos a un ecuatoriano de Esmeraldas que pasó años como conductor transportando cocaína desde la frontera colombiana hasta Guayaquil para un grupo aliado del cártel de Sinaloa. Ahora está bajo vigilancia de los servicios de inteligencia y accedió a hablar en un hotel de la capital de Ecuador, Quito. Pequeño y fuerte, sólo sus manos temblorosas delataban su nerviosismo mientras nos explicaba cómo quiere salir del narcotráfico por el bien de su familia. Aceptó hablar con nosotros bajo condición de anonimato.

Al igual que a muchas personas que trabajan para grupos de narcotraficantes, le enviaron a campos de entrenamiento para que aprendiera a defenderse y a descubrir al enemigo: grupos rivales y militares. Describió con calma cómo mataría si fuera necesario. “Corazón, cabeza, abdomen”, dijo, apuntando con el dedo como si fuera una pistola.

El conductor transportaba cargamentos de cocaína al puerto de Guayaquil dos o tres veces al mes, dijo. Trasladaba entre una y dos toneladas por viaje; cada viaje duraba unas 12 horas y ganaba unos 1.000 dólares por trayecto, dijo. Los agentes de policía recibían sobornos durante el trayecto para ayudar a trasladar la droga. “Incluso a los jefes [de policía]”. Pero no fue hasta 2019 cuando las bandas ecuatorianas empezaron a trabajar abiertamente para los cárteles mexicanos, dijo. Antes de eso, los mexicanos operaban, “pero en silencio”.

Y algunos les dieron la bienvenida.

Hablamos con un colombiano que ha trabajado en el narcotráfico desde que tenía 10 años, primero como vigía y más tarde como asesino y “cocinero”. Era enjuto, impenitente y se reía con facilidad. Calculaba que había asesinado a entre 15 y 20 personas en el transcurso de su trabajo, y a muchas más en enfrentamientos violentos. La elección estaba clara, decía. “Si no lo hago yo, me lo harán ellos”. Además, dijo, ganaba más dinero en el tráfico de drogas que sus amigos que se aferraban a trabajos legales. Aceptó hablar con VICE World News bajo condición de anonimato.

“Cuantos más [mexicanos] entren en el negocio, mejor”, dijo. “Habrá mucho trabajo. Saldremos de la pobreza”

El colombiano dijo que el año pasado fue bueno porque el cártel de Sinaloa hizo grandes pedidos, incluido uno de 7.000 kilos de cocaína, el mayor que ha visto nunca. Es un proceso complejo que consiste en convertir la hoja de coca en pasta de cocaína, y convertir la pasta en cocaína en polvo blanco. Formó parte de un equipo que trabajó seis semanas para cumplir el pedido, por el que le pagaron unos 3.000 dólares, según dijo. Esperaba que hubiera más pedidos como ése, pero no esperaba vivir lo suficiente para disfrutar de todo el botín. Había matado a demasiada gente y tenía demasiados enemigos, dijo, y esperaba vivir otros dos o tres años como máximo.

“Una vez que entras en el negocio, es muy difícil salir”, dijo el colombiano. “Dices que te vas a retirar, pero los [jefes] te tienen en cuenta. Normalmente sales cuando mueres”.

Un cambio tectónico en el mercado de la droga de la región abrió la puerta de par en par a los cárteles mexicanos. El acuerdo de paz de 2016 entre el gobierno colombiano y las FARC, el mayor grupo guerrillero del país, supuso un cambio de juego.

Durante décadas, las FARC y otros grupos armados habían supervisado la producción de cocaína en Colombia. La disolución de las FARC dejó un vacío de poder que acabaron llenando los cárteles mexicanos. Los grupos guerrilleros más pequeños que se negaron a deponer las armas siguieron produciendo cocaína. A lo largo de la frontera con Ecuador, el cártel de Sinaloa financió a un grupo guerrillero; el de Jalisco, a otro.

La violencia de los cárteles suele atraer la atención de las fuerzas del orden y puede ser perjudicial para el negocio. Pero esto no ha impedido que las bandas ecuatorianas libren una guerra dentro de otra guerra, financiadas por los mexicanos y la mafia albanesa. Las rivalidades estallaron tras el asesinato, en diciembre de 2020, de un jefe de una banda ecuatoriana conocido como Rasquiña en la cafetería de un centro comercial. Líder de la mayor banda de Ecuador, los Choneros, Rasquiña ejercía un enorme poder sobre las rutas de la droga del país. Sin Rasquiña, los Choneros empezaron a dividirse y las bandas rivales empezaron a disputarse el control. Los índices de asesinatos se dispararon.

“Las bandas empezaron a pelearse y no han parado desde entonces”, dijo el conductor de la cocaína. No sólo se disputan el control de las rutas y los puertos, sino también el mando sobre los políticos, los jueces y las prisiones del país. Los pagos se realizan con una combinación de armas de gran potencia y dinero. “Así que las bandas tienen todas estas grandes armas y se han vuelto audaces. Por eso se están enfrentando incluso a la policía y al ejército.”

Los márgenes de beneficio son enormes. En Colombia, un kilo de cocaína cuesta unos 1.000 dólares. Cuando llega a Ecuador, el precio ha subido a 3.000 dólares. En Estados Unidos, el kilo cuesta unos 20.000 $ y en Europa, hasta 40.000 $. El cártel que pueda mover más cocaína ganará más dinero.

“Los cárteles mexicanos se están expandiendo no sólo al norte de la frontera, sino también al sur y prácticamente por todo el mundo”, declaró Derek Maltz, ex jefe de la División de Operaciones Especiales de la DEA. “Están corrompiendo a dirigentes gubernamentales y trasladándose a esos territorios para ampliar sus operaciones y construir su empresa global.”

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Dijo que los cárteles mexicanos operan como hombres de negocios de élite, evaluando el beneficio frente al riesgo. Ahora mismo, dijo, para ellos tiene más sentido enviar cocaína a Europa porque es más rentable y menos arriesgado que enviarla a EE.UU. “Lo están mirando como lo haría una empresa de Fortune 500 en términos de cuál es el mejor país para mi producto”, dijo. “Están bombardeando a los europeos con cocaína.”

Lasso, el presidente conservador de Ecuador, ha establecido fuertes vínculos con el gobierno estadounidense, pero es persona non grata en Ecuador debido al aumento de la violencia: sus índices de aprobación rondan el 13%. También se enfrenta a un proceso de destitución en el Congreso por cargos no relacionados de malversación de fondos. A principios de este año, los ecuatorianos rechazaron por un estrecho margen una propuesta de Lasso para permitir la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos, una estrategia en la que se basan México y Colombia para acabar con los capos.

Al descartarse la extradición, Ecuador ha recurrido a encerrar a los cabecillas de las bandas y a los narcotraficantes en las abarrotadas cárceles del país, incluida la tristemente célebre prisión del Litoral, la más grande de Ecuador.

La prisión

Situada en una transitada carretera de Guayaquil, a unos 30 kilómetros del puerto, las mujeres hacen cola fuera para visitar a sus maridos, hijos o clientes. El conductor ecuatoriano, que finalmente fue sorprendido transportando cocaína y enviado al Litoral, dijo que los reclusos pueden comprar sexo por 50 dólares. “Fiestas, mujeres, bebida, deportes, comida… allí entra de todo”, dijo. Diferentes bandas controlan distintas alas de la prisión y exigen a los reclusos que paguen por todo, incluidas camas y colchones. Los reclusos tienen llaves de sus celdas, dijo, y pueden deambular a sus anchas.

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Un ala vacía de la prisión de Litoral que fue escenario de una masacre mortal. Los presos escondieron tantas armas en los muros de hormigón que las autoridades están teniendo que escanear las paredes para encontrarlas y retirarlas, o enfrentarse a derribar toda la estructura y empezar de nuevo. Foto de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

El Litoral es el escenario de las peores masacres carcelarias de Ecuador; 119 reclusos fueron asesinados en septiembre de 2021, y otros 68 dos meses después. Dentro, las bandas se hacen la guerra entre sí, además de supervisar sus operaciones de narcotráfico.

Tantos reclusos han muerto en las cárceles ecuatorianas que sus madres han formado un grupo de apoyo para exigir justicia, liderado por Ana Morales, cuyo hijo murió en una matanza en una prisión del Litoral en 2021. Cuando nos encontramos en un parque de Guayaquil, dijo que la cabeza de su hijo estaba “completamente desfigurada” a causa de la violencia. Se enteró de su muerte por unos vídeos que circulaban por Whatsapp, y dijo que ningún funcionario de prisiones ni del gobierno se había acercado para ofrecer sus condolencias.

Las autoridades ecuatorianas accedieron a permitir a VICE World News visitar el Litoral y una prisión de máxima seguridad vecina, fuertemente custodiada. El día de nuestra visita, hacía un calor húmedo de unos 80 grados. Los guardias de la prisión nos cachearon y tuvimos que guardar los teléfonos móviles en el coche por seguridad. No había escáneres: el sistema penitenciario aún está en proceso de obtenerlos.

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Los carteles de las bandas cubren las paredes de Litoral, la mayor prisión de Ecuador. Izquierda: Un caimán, un lobo y un tigre hacen referencia a tres poderosas bandas que operan en Ecuador. Derecha: Los Choneros es la banda más poderosa de Ecuador. Fotos de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

En el Litoral, visitamos un pabellón que había sido escenario de una masacre y ahora estaba vacío. Estaba oscura y húmeda, y las paredes estaban cubiertas de graffiti de signos de bandas. Las autoridades intentaban arreglar el edificio para que pudiera volver a utilizarse, pero tenían un problema estructural: los reclusos habían escondido tantas armas en los muros de hormigón que las autoridades tenían que escanear las paredes para encontrarlas y retirarlas, o enfrentarse a derribar toda la estructura y empezar de nuevo. Y no eran armas cualquiera: había pistolas e incluso granadas, dijo Santiago Chávez, del sistema penitenciario de Ecuador. Dijo que algunas de las armas fueron introducidas a escondidas por visitantes, mientras que otras fueron transportadas por aviones no tripulados.

Los disturbios duraron horas y a veces días, dijo Washington Barrezueta, recluso del ala de enfermos y ancianos del Litoral. “Hubo disparos, granadas, gases lacrimógenos”, dijo.  “Era una guerra civil”.

Las autoridades también nos mostraron una prisión de máxima seguridad conocida como La Roca, a poca distancia del Litoral. Llevaba cerrada desde 2013 debido a una fuga masiva de presos, pero reabrió el año pasado como último recurso para los líderes más conocidos de las bandas.

Una estructura pequeña, albergaba a 22 líderes de las bandas en celdas que rodeaban un patio interior. Había una habitación conyugal para que los reclusos mantuvieran relaciones íntimas y una cancha de baloncesto al aire libre donde los reclusos jugaban a la pelota con música reggaeton a todo volumen.

En el interior, los hombres gritaban insultos a los funcionarios de prisiones desde detrás de las rejas y decían que sus celdas olían y estaban llenas de mierda, y que no había médicos ni medicinas. Exigieron ser entrevistados, petición que los funcionarios denegaron. El director de la prisión dijo que los hombres estaban enfadados porque las autoridades habían llevado a cabo una redada esa mañana y habían encontrado marihuana y teléfonos móviles, que confiscaron. El centro también está en proceso de conseguir escáneres que funcionen.

Chávez dijo que las autoridades se enfrentaban a una situación enormemente difícil e insistió en que la seguridad había mejorado. “Tenemos el control, pero no el control total. Y en eso estamos trabajando: en tener el control total de las prisiones”, dijo.

Un día después de nuestra visita, unos asesinos intentaron matar a la directora del pabellón de mujeres de la prisión de Litoral. Y las masacres continúan: 12 reclusos fueron asesinados el 14 de abril en el Litoral en otro enfrentamiento entre bandas, y tres reclusos fueron asesinados en La Roca el 4 de abril tras un motín en la prisión, según las autoridades.

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Miles de campos de coca, distinguibles del dosel de la selva por su color verde claro, bordean el lado colombiano de la frontera con Ecuador. Fotografía de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

En el norte de Ecuador, el general Levoyer nos llevó en un helicóptero militar hasta la frontera con Colombia. Sobrevolamos kilómetro tras kilómetro de campos de coca, que se distinguían de las copas de los árboles por su color verde claro. El general señaló que los campos de coca terminaban en la frontera ecuatoriana, y calificó a Colombia de “mal vecino” por no erradicar los campos. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, antiguo rebelde guerrillero, ha calificado la guerra contra las drogas de “fracaso categórico” y ha propuesto poner fin a la erradicación forzosa de los campos de coca y despenalizar las pequeñas cantidades de cocaína. Estados Unidos se opone vehementemente.

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El general ecuatoriano Alexander Levoyer, veterano de guerra que ahora supervisa las operaciones militares a lo largo de la frontera con Colombia. Foto de Miguel Fernández-Flores para VICE World News.

Pero Levoyer era plenamente consciente de que se le pide que libre una guerra contra los narcotraficantes que no se ganará sólo con las armas. Transportar cocaína es más rentable que trabajar en las plantaciones de palma africana que llenan el lado ecuatoriano de la frontera. Y los pescadores ecuatorianos están incluso revendiendo gasolina subvencionada por el Estado a los narcotraficantes para la producción de cocaína, dijo, porque es más rentable que pescar. 

“Mucha gente vive del narcotráfico. Proporcionan los ingredientes, los venden, cultivan [las hojas], se dedican a transportarla”, dijo. “Mientras no ofrezcamos alternativas al narcotráfico, va a llevar un tiempo” acabar con el comercio. 

Arturo Torres ha colaborado en la elaboración de este artículo

Cuidado con el narcotráfico.


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